Diferencia entre revisiones de «Plantilla:Historia barrio Lastarria»
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Revisión del 15:44 28 dic 2020
Los orígenes de este barrio se pueden trazar hasta la Conquista de Chile. Este sector quedó en manos del carpintero de la expedición de Pedro de Valdivia: Bartolomé Blumenthal, castellanizado a Bartolomé Flores por la dificultad que suponía su apellido alemán. Él construyó un molino en el sector. En esta época, el barrio quedó definido por los límites naturales de Santiago; el cauce del Río Mapocho, La Cañada (hoy Alameda) y el cerro Santa Lucía. Era una suma de chacras y solares, donde se producía vino y otros cultivos agrícolas. Recién a mediados del siglo XIX comenzaron a subdividirse los predios. La Parroquia de la Veracruz se edificó en 1857 y en torno a ella las familias construyeron sus casonas. De esta forma, se constituyó uno de los primeros barrios de Santiago, ajeno a la cuadrícula fundacional.
Es entre 1872 y 1910, con los trabajos de remodelación del cerro Santa Lucía -el principal paseo de la aristocracia en la época-, sumado a la creación del Parque Forestal y del Museo Nacional de Bellas Artes, que el barrio se consolidó como tal. Se definió un trazado de calles curvas, cortas y adoquinadas, que generan cierto aislamiento de la bulliciosa Alameda. Fue un periodo de auge, en el cual surgió una nueva generación de artistas, escritores y personajes célebres residentes, como Victoria Subercaseaux, el ex-presidente Pedro Aguirre Cerda, el pintor Camilo Mori, el novelista Luis Orrego Luco, y el escritor y pensador José Victorino Lastarria.
Entre 1850 y 1930, el barrio consolidó sus características propias. El desarrollo urbanístico se fortaleció con la construcción de edificaciones de tendencia europea, proyectadas por renombrados arquitectos como Duhart, Bolton, Larraín Bravo, Prieto y Kulczewski, entre otros. Convivieron en el barrio intelectuales, aristócratas y artistas, en una frontera donde se mezclaba lo europeo con lo popular.
Ya a mediados de siglo, con el crecimiento de Santiago, el barrio muta sus habitantes y su imagen. La arquitectura modernista adquiere un rol clave en la puesta en valor del vecindario. Los usos pasan de puramente residenciales (con vecinos como el arquitecto y pintor Nemesio Antúnez) a mixtos, con una fuerte incorporación del comercio. Al golpe militar siguió un periodo de decadencia, debido a la gran cantidad de artistas y militantes de izquierda del sector y al abandono de los espacios públicos producto de los toques de queda y del miedo, lo que golpeó la vida cultural del centro. Fue el llamado "apagón cultural".
El sector fue renovado tras la vuelta a la democracia, durante los años ‘90, a través de la restauración y recuperación de diversas edificaciones, así como con la creación del brevísimo pero bien ubicado paseo peatonal del remate de calle Lastarria, entre Rosal y Merced, y donde hoy se instala una feria de antigüedades y libros entre jueves y sábado (y donde un sábado o domingo en la tarde apenas se puede caminar). Es en esta época cuando aterrizó una serie de bares, cafés y centros culturales, intensificando la bohemia.
Hoy el barrio es una bulliciosa colmena de actividad peatonal. Destaca una variada oferta gastronómica, poblada por numerosos locales con características, menús y precios particulares. Hay tiendas de diseño con vestuario, accesorios, música y arte, barberías estilosas, teatros y galerías de arte. En las tardes de los fines de semana, además del gentío de paseantes, hay artistas callejeros, vendedores ambulantes y dos o hasta tres puestos de música en vivo.
Fue declarado Zona Típica en 1997.