Plantilla:Historia barrio Lastarria

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Imagen de archivo de la antigua Casona de los Barria. Se puede apreciar la Iglesia de la Veracruz de fondo.
Esquina de Alameda esquina Lastarria, en el 1900.

Los orígenes de este barrio se pueden trazar hasta la Conquista de Chile. Este sector quedó en manos del carpintero de la expedición de Pedro de Valdivia: Bartolomé Blumenthal, castellanizado a Bartolomé Flores por la dificultad que suponía su apellido alemán. Él construyó un molino en el sector. En esta época, el barrio quedó definido por los límites naturales de Santiago; el cauce del Río Mapocho, La Cañada (hoy Alameda) y el cerro Santa Lucía. Era una suma de chacras y solares, donde se producía vino y otros cultivos agrícolas. Recién a mediados del siglo XIX comenzaron a subdividirse los predios. La Parroquia de la Veracruz se edificó en 1857 y en torno a ella las familias construyeron sus casonas. De esta forma, se constituyó uno de los primeros barrios de Santiago, ajeno a la cuadrícula fundacional.

Es entre 1872 y 1910, con los trabajos de remodelación del cerro Santa Lucía -el principal paseo de la aristocracia en la época-, sumado a la creación del Parque Forestal y del Museo Nacional de Bellas Artes, que el barrio se consolidó como tal. Se definió un trazado de calles curvas, cortas y adoquinadas, que generan cierto aislamiento de la bulliciosa Alameda. Fue un periodo de auge, en el cual surgió una nueva generación de artistas, escritores y personajes célebres residentes, como Victoria Subercaseaux, el ex-presidente Pedro Aguirre Cerda, el pintor Camilo Mori, el novelista Luis Orrego Luco, y el escritor y pensador José Victorino Lastarria. La calle se llamaba Callejón del Mesías, en honor a un vecino opulento que no dejó recuerdos.

Entre 1850 y 1930, el barrio consolidó sus características propias. El desarrollo urbanístico se fortaleció con la construcción de edificaciones de tendencia europea, proyectadas por renombrados arquitectos como Duhart, Bolton, Larraín Bravo, Prieto y Kulczewski, entre otros. Convivieron en el barrio intelectuales, aristócratas y artistas, en una frontera donde se mezclaba lo europeo con lo popular.

Ya a mediados de siglo, con el crecimiento de Santiago, el barrio muta sus habitantes y su imagen. La arquitectura modernista adquiere un rol clave en la puesta en valor del vecindario. Los usos pasan de puramente residenciales (con vecinos como el arquitecto y pintor Nemesio Antúnez) a mixtos, con una fuerte incorporación del comercio. Al golpe militar siguió un periodo de decadencia, debido a la gran cantidad de artistas y militantes de izquierda del sector y al abandono de los espacios públicos producto de los toques de queda y del miedo, lo que golpeó la vida cultural del centro. Fue el llamado "apagón cultural".

El sector fue renovado tras la vuelta a la democracia, durante los años ‘90, a través de la restauración y recuperación de diversas edificaciones, así como con la creación del brevísimo pero bien ubicado paseo peatonal del remate de calle Lastarria, entre Rosal y Merced, y donde hoy se instala una feria de antigüedades y libros entre jueves y sábado (y donde un sábado o domingo en la tarde apenas se puede caminar). Es en esta época cuando aterrizó una serie de bares, cafés y centros culturales, intensificando la bohemia.

Hoy el barrio es una bulliciosa colmena de actividad peatonal. Destaca una variada oferta gastronómica, poblada por numerosos locales con características, menús y precios particulares. Hay tiendas de diseño con vestuario, accesorios, música y arte, barberías estilosas, teatros y galerías de arte. En las tardes de los fines de semana, además del gentío de paseantes, hay artistas callejeros, vendedores ambulantes y dos o hasta tres puestos de música en vivo.

Fue declarado Zona Típica en 1997.