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La Iglesia de la Compañía se ubicaba en la esquina de Compañía y Bandera. El 8 de diciembre de 1863 más de dos mil personas aguardaban en su interior la fiesta de la Concepción y el aniversario de las Hijas de María. Llamas de origen desconocido se expandieron con rapidez por los adornos y la iluminación, de material inflamable. Mantas de crinolina que se prendían o enganchaban con facilidad en el mobiliario y largos vestidos de la feligresía principalmente femenina entorpecían el escape y provocaban caídas. Las puertas se abrían hacia adentro, por lo que la presión de la multitud volvió imposible abrirlas. Una de cada 27 mujeres santiaguinas murió allí.
"''Cuerpo sobre cuerpo, se formaba una muralla compacta i numerosa. Había mujeres que resistían el peso de diez o doce, otras tendidas encima, a lo largo, a lo atravesado, en todas direcciones. Era materialmente imposible desprender una persona de esa masa compacta y horripilante. Los más desgarradores lamentos se oían del interior de la iglesia''" (El Ferrocarril, diciembre 9, 1863). Mientras las campanas tañían clamando socorro, los espectadores observaban impotentes.
146 carretones llenos de cadáveres rociados de cal abarrotaron la fosa del Cementerio General cavada por más de 200 hombres. Cuatro días demoró el entierro. Las bisagras dobles se volvieron obligatorias en las puertas las iglesias y surgió el primer cuerpo de bomberos de Santiago (el presidente conservador '''Manuel Montt''', del periodo 1851-1861, veía sin mucha simpatía a los bomberos, a quienes asociaba con masonería, liberalismo y herejía protestante). Las campanas sobrevivieron al incendio. La más grande fue fundida y se hicieron dos, que se instalaron en la iglesia de '''San Ignacio'''. Otra se encuentra en la ermita de '''Benjamín Vicuña Mackenna''', en el '''Cerro Santa Lucía'''. Una tercera está en el '''Museo del Ejército en El Huique''', región de O'Higgins. Otras tres campanas fueron vendidas como chatarra al comerciante británico '''William Graham'''. Estuvieron 145 años en la '''Iglesia de Todos los Santos de Gales''', hasta que en 2010 fueron instaladas en los jardines del ex Congreso. Fueron entregadas por el Reino Unido como regalo por el Bicentenario. Martina Maturana, la niña que hizo sonar el gong en la isla de Juan Fernández para alertar sobre el maremoto del 2010, fue la primera en tañirlas.