Diferencia entre revisiones de «Plantilla:Nombre Alameda»

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{{calle|[[File:alameda de las delicias.jpg|thumb|Alameda de las Delicias. Los buenos viejos tiempos...]]Hacia 1820 la antigua '''Cañada''', el brazo sur del río Mapocho, fue transformado en un amplio paseo peatonal con varias hileras de álamos. Por esta razón fue llamada Alameda de las Delicias. Aunque más un siglo ha transcurrido desde que se talaron los álamos, sigue siendo el término más habitual para referirse a la que en rigor es la Avenida del Libertador General Bernardo O'Higgins.  
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{{calle|[[File:alameda de las delicias.jpg|thumb|Alameda de las Delicias. Los buenos viejos tiempos...]] En 1817, Bernardo O'Higgins mandó a plantar varias hileras de álamos en la antigua '''Cañada''', el brazo sur del río Mapocho. El colorín se había enamorado en Cádiz de las alamedas españolas. El nuevo paseo peatonal, amplio y sombreado, fue llamado Alameda de las Delicias. A mediados de la década de 1920 alguien propuso redenominarla como Arturo Alessandri. El homenajeado se negó y propuso en su lugar Avenida del Libertador General Bernardo O'Higgins, lo que suscitó a su vez oposición de otros flancos. Ricardo Puelma declaró: "Con perdón de nuestro padre de la patria, don Bernardo, yo jamás la llamaré Avenida O'Higgins. Ese rudo nombre agringado no dice nada al sentimentalismo de mis recuerdos ciudadanos". Joaquín Edwards Bello anotó que "si don Bernardo le puso Alameda de las Delicias a la calle más ancha y vistosa de Santiago, entonces la mejor manera de honrar su memoria consiste en respetar su gusto". Es lo que en la práctica hacen los santiaguinos: aunque más un siglo ha transcurrido desde que se talaron los álamos, Alameda sigue siendo la referencia coloquial.
  
 
En 1877, míster Rumbold, Embajador británico, comentó al llegar que Santiago era “una agradable sorpresa para un europeo inteligente […]. Uno no espera encontrar a diez leguas en el interior, al pie de los Andes, una ciudad de 160 mil almas con edificios públicos tan magníficos, mansiones particulares tan imponentes y paseos tan extraordinariamente bellos”. De seguro pensaba en parte en la Alameda de las Delicias}}
 
En 1877, míster Rumbold, Embajador británico, comentó al llegar que Santiago era “una agradable sorpresa para un europeo inteligente […]. Uno no espera encontrar a diez leguas en el interior, al pie de los Andes, una ciudad de 160 mil almas con edificios públicos tan magníficos, mansiones particulares tan imponentes y paseos tan extraordinariamente bellos”. De seguro pensaba en parte en la Alameda de las Delicias}}

Revisión del 20:46 4 ago 2021

Calles.png ¿Por qué se llama como se llama? :
Alameda de las Delicias. Los buenos viejos tiempos...
En 1817, Bernardo O'Higgins mandó a plantar varias hileras de álamos en la antigua Cañada, el brazo sur del río Mapocho. El colorín se había enamorado en Cádiz de las alamedas españolas. El nuevo paseo peatonal, amplio y sombreado, fue llamado Alameda de las Delicias. A mediados de la década de 1920 alguien propuso redenominarla como Arturo Alessandri. El homenajeado se negó y propuso en su lugar Avenida del Libertador General Bernardo O'Higgins, lo que suscitó a su vez oposición de otros flancos. Ricardo Puelma declaró: "Con perdón de nuestro padre de la patria, don Bernardo, yo jamás la llamaré Avenida O'Higgins. Ese rudo nombre agringado no dice nada al sentimentalismo de mis recuerdos ciudadanos". Joaquín Edwards Bello anotó que "si don Bernardo le puso Alameda de las Delicias a la calle más ancha y vistosa de Santiago, entonces la mejor manera de honrar su memoria consiste en respetar su gusto". Es lo que en la práctica hacen los santiaguinos: aunque más un siglo ha transcurrido desde que se talaron los álamos, Alameda sigue siendo la referencia coloquial.

En 1877, míster Rumbold, Embajador británico, comentó al llegar que Santiago era “una agradable sorpresa para un europeo inteligente […]. Uno no espera encontrar a diez leguas en el interior, al pie de los Andes, una ciudad de 160 mil almas con edificios públicos tan magníficos, mansiones particulares tan imponentes y paseos tan extraordinariamente bellos”. De seguro pensaba en parte en la Alameda de las Delicias