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Edición de «Plantilla:Cerro Santa Lucia»

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En abril de 1879, a dos meses de que Bolivia le declarara la guerra a Chile, el teatro Chalet organizó una función en el Santa Lucía que anunciaba, como parte de la parrilla, la exhibición de un boliviano. O un cuico, como se les decía entonces. Era un simple minero que desconocía los motivos de la guerra, pero reforzaba el morbo y la curiosidad en torno a los estereotipos del nuevo enemigo.  
 
En abril de 1879, a dos meses de que Bolivia le declarara la guerra a Chile, el teatro Chalet organizó una función en el Santa Lucía que anunciaba, como parte de la parrilla, la exhibición de un boliviano. O un cuico, como se les decía entonces. Era un simple minero que desconocía los motivos de la guerra, pero reforzaba el morbo y la curiosidad en torno a los estereotipos del nuevo enemigo.  
  
{{cita|Los que deseen conocer un cuico de carne i hueso, no tienen más que asomarse al lindo peñón|Citado en C. Donoso y G. Huidobro, ''La patria en escena: el teatro chileno en la Guerra del Pacífico''}}
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{{cita|Los que deseen conocer un cuico de carne i hueso, no tienen más que asomarse al lindo peñón|Citado en [https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-71942015000100003 Donoso y Huidobro]}}
  
 
Ocho años después, el poeta Rubén Darío llegó a vivir a Santiago y llamó al Santa Lucía "una eminencia deliciosa llena de verdores".
 
Ocho años después, el poeta Rubén Darío llegó a vivir a Santiago y llamó al Santa Lucía "una eminencia deliciosa llena de verdores".
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Hoy abundan los turistas y los cimarreros. En una ocasión, uno de estos últimos se desbarrancó y perdió la vida ensartado en una de las rejas de lanza de la ladera poniente del Santa Lucía. El escritor Luis Orrego Luco y el cineasta/escritor/hipnotizador Jorge Délano se contaron también entre los cimarreros. Para capear clases en el vecino Instituto Nacional, Délano y un compañero nieto de Vicuña Mackenna abrían la capilla donde descansan los restos mortales de su abuelo. El nieto se metía al confesionario con ropa de sacerdote, y en alguna ocasión un distraído le confesaba sus malandanzas.
 
Hoy abundan los turistas y los cimarreros. En una ocasión, uno de estos últimos se desbarrancó y perdió la vida ensartado en una de las rejas de lanza de la ladera poniente del Santa Lucía. El escritor Luis Orrego Luco y el cineasta/escritor/hipnotizador Jorge Délano se contaron también entre los cimarreros. Para capear clases en el vecino Instituto Nacional, Délano y un compañero nieto de Vicuña Mackenna abrían la capilla donde descansan los restos mortales de su abuelo. El nieto se metía al confesionario con ropa de sacerdote, y en alguna ocasión un distraído le confesaba sus malandanzas.
 
{{calle|Victoria Subercaseaux, el nombre de la calle que flanquea el Cerro Santa Lucía por el oriente, homenajea a la esposa de Benjamín Vicuña Mackenna. Don Benjamín recibió de ella no solo nueve hijos, sino también sesiones de ultratumba: doña Victoria era médium.}}
 
{{calle|Victoria Subercaseaux, el nombre de la calle que flanquea el Cerro Santa Lucía por el oriente, homenajea a la esposa de Benjamín Vicuña Mackenna. Don Benjamín recibió de ella no solo nueve hijos, sino también sesiones de ultratumba: doña Victoria era médium.}}
 
 
====El recorrido por el cerro====
 
====El recorrido por el cerro====
 
Se sugiere comenzar en la piedra inscrita de la esquina sureste, visible desde la vereda de Alameda. No es visiblemente muy espectacular, pero ayuda a empaparse de la historia del lugar. Luce un fragmento a una de las '''cartas que Pedro de Valdivia envió al rey Carlos V''' de España, narrando sus aventuras en este fin de mundo. La piedra fue cincelada por Agustín Letelier y grabada por Héctor Román Latorre. En la carta, Valdivia insta al rey a enviar más súbditos a Chile, ya que “no hay mejor tierra en el mundo” gracias a su clima, su abundancia, sus minas de oro y enorme cantidad de ganado. Desde luego, en estas cartas había mucho de paparrucha. Valdivia necesitaba más gente justamente porque las condiciones eran extremadamente duras. Informó que esta tierra “parece la crió Dios a posta [adrede] para poderlo tener todo a la mano”. Añadía que “tiene cuatro meses de invierno, no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse al fuego”. Siglos después se iba a escribir que la calefacción del Santiago antiguo “consistía en leer la carta de don Pedro de Valdivia, donde dice que en Chile nunca hace frío”.  
 
Se sugiere comenzar en la piedra inscrita de la esquina sureste, visible desde la vereda de Alameda. No es visiblemente muy espectacular, pero ayuda a empaparse de la historia del lugar. Luce un fragmento a una de las '''cartas que Pedro de Valdivia envió al rey Carlos V''' de España, narrando sus aventuras en este fin de mundo. La piedra fue cincelada por Agustín Letelier y grabada por Héctor Román Latorre. En la carta, Valdivia insta al rey a enviar más súbditos a Chile, ya que “no hay mejor tierra en el mundo” gracias a su clima, su abundancia, sus minas de oro y enorme cantidad de ganado. Desde luego, en estas cartas había mucho de paparrucha. Valdivia necesitaba más gente justamente porque las condiciones eran extremadamente duras. Informó que esta tierra “parece la crió Dios a posta [adrede] para poderlo tener todo a la mano”. Añadía que “tiene cuatro meses de invierno, no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse al fuego”. Siglos después se iba a escribir que la calefacción del Santiago antiguo “consistía en leer la carta de don Pedro de Valdivia, donde dice que en Chile nunca hace frío”.  

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