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Parque Quinta Normal

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Historia
==Historia==
El terreno es parte de la chacra que desde tiempos de Pedro de Valdivia marcaba el límite poniente de la capital. En 1842 el presidente Prieto adquirió un trozo a los Portales Palazuelos (la familia del célebre Diego) para instalar un establecimiento de enseñanza y práctica experimental de agricultura. El naturalista francés Claudio Gay fue a mediados del siglo XIX el artífice de un este gran jardín “en que se pudiesen cultivar y aclimatar la mayor parte de aquellas plantas útiles con que se enriquecen diariamente los países agrícolas, para propagarlas después”. Fue debido a ese objetivo de “normalización” de las especies que se lo llamó Quinta Normal.
En 1856 se aprobó el traslado del '''Observatorio Astronómico Nacional''' desde el [[Alameda_Oriente#Estaci.C3.B3n_3:_Cerro_Santa_Luc.C3.ADa|Cerro Santa Lucía]] a la Quinta Normal deAgricultura. El plano hacía más fácil la operación y se encontraba mucho más lejos del centro de Santiago, un lugar más tranquilo. En 1859 se destinaron $4.000 para la construcción del nuevo observatorio que fue completado en marzo de 1862. El observatorio ofrecía sugerentes "anteojos ecuatoriales".
Era un sector secundario. Décadas después, cuando Cuando los padres asuncionistas fundaron el santuario de Nuestra Señora de Lourdes (inaugurada en 1893 y aún en pie), aún no había servicios públicos, ni policía, ni pavimentación, y los carteros no se atrevían a entrar. Los religiosos decían que el santuario era "una joya en medio de un barrio horrible". A fines del siglo XIX la Quinta Normal exhibía corrales para sementales, lechería modelo, aquárium, zoológico, pabellón de botellas, restaurante y pabellones para ferias. En 1906, por 20 centavos se podía entrar y de paso darse una vueltecita por el Victoria Lawn Tennis Club, donde caballeros y damas de sociedad empuñaban el ''racket''.
{{dato|Luego del Combate Naval de Iquique, un estadounidense andariego llamado Eduardo Laiscelle ofreció en la Quinta Normal un espectáculo de globo aerostático en homenaje a los caídos y en favor de las viudas. Se dio mejor, sin duda, que la experiencia del año anterior en Colchagua, cuando lanzó un cabrito en paracaídas. La confundida criatura fue a parar a la copa de un álamo, fue sacrificada a tiros por la turba y luego carneada y asada in situ. Laiscelle luego se enroló de voluntario para el frente de batalla. Ante el ministro de guerra, expuso sin éxito la idea de emplear un globo para observación aérea.}}