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¿Sabías que? : La bonanza salitrera que dio paso a estas mansiones creó una clase exuberantemente rica. Familias completas partían a Europa. Tal es el caso, por ejemplo, de Francisco Undurraga, creador de la viña que lleva su apellido. Los acompañaban la institutriz, la cocinera, el ama de leche del bebé, una burra recién parida -para la eventualidad de que guateara el suministro lácteo de la nodriza- y docenas de gallinas. Cuenta un fotógrafo estadounidense que la sociedad asistía al Teatro Municipal “no a ver la actuación sino que a lucirse”. Las luces se dejaban encendidas durante las funciones hasta 1910, de manera de que la vida social de los palcos, con antesala y buffet, complementara el atractivo de la ópera. El pavoneo continuaba a la salida con los carruajes. Los porteros municipales clamaban a viva voz “¡El coche de la señora X!”, que luego arribaba con caballos de capa y conductor de librea, para recorridos que en ocasiones no superaban las tres o cuatro cuadras. Rubén Darío, residente en Chile entre 1886 y 1889, describió a Viña como “el Versalles chileno; preciosa población de chalets, quintas y palacios de hadas”. No había día en no se armaran escándalos donde “toman parte principal caballeros de la más alta sociedad de Santiago”, todos borrachos, “sin que jamás la policía se atreva a tomar contra ellos medida alguna de represión”.
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